He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio. Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosaIsaías 32:1-2
No es muy diferente al mundo en que vivimos el día de hoy. Las naciones se jactan de su conocimiento, riquezas y poderío. En su ambición por querer más se han olvidado de Dios, no hay paz, ni se hace justicia. Mucho discurso y poca verdad. A pesar del fracaso de los gobiernos humanos el hombre sigue poniendo su esperanza en los grandes reyes.
En medio de los juicios de Dios a estas naciones encontramos la promesa en cuanto a la venida de un Rey justo. Él es singular, no es como los otros reyes. “Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte” (Salmo 2:6). Es una referencia al reino de Cristo. Él no es escogido por medio de elecciones, sino es Dios quien lo ha escogido y sentado en el trono. Él traerá justicia, gobernará con equidad. Habrá verdadera paz y quien confía en Él no será avergonzado. Es refugio a quien en Él espera. No hará acepción de personas ni juzgará conforme a la vista de sus ojos.
No ponemos nuestra confianza en ningún presidente, en ellos siempre tendremos decepción y desilusión. Tenemos un refugio que es seguro, un peñasco que es firme. Este mundo va a empeorar, pero nuestra esperanza está puesta en las cosas celestiales, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).
Miguel Mosquera
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