Yo sé que mi Redentor viveJob 19:25
Las palabras de Job vienen de lo más profundo de su corazón. El fuego de la prueba ha sido intenso para él. Además de los sufrimientos que le han venido (Job 1:13-22; 2:7-10), vienen tres amigos para acompañarle en su dolor. En lugar de consolarle, los amigos de Job hacen más profunda la herida. Lo que comienza como una supuesta explicación de la situación de parte de ellos se convierte en un ataque despiadado y directo hacia Job, acusándole de injusto, de obtener sus ganancias de forma deshonrada y de ser un malvado a los ojos de Dios. Nada de esto era cierto.
Job está en el punto en que su sufrimiento se hace más pesado por la soledad que siente. “Hizo alejar de mí a mis hermanos, y mis conocidos como extraños se apartaron de mí” (Job 19:13). Le dieron la espalda. Todos habían vuelto a sus quehaceres y se olvidaron del sufrimiento de Job, “Todos mis íntimos amigos me aborrecieron, y los que yo amaba se volvieron contra mí” (Job 19:19). Cuando más necesitaba compañía, le abandonaron.
Job no es el único que ha pasado por esta situación. Algún lector se sentirá identificado también. El Señor Jesucristo lo vivió. Fue abandonado, “Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé” y afrentado, “todos los que me ven me escarnecen” (Salmo 69:20; 22:7). En el momento más crucial de su vida, y cuando más necesitaría la compañía, todos le dejaron. “Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba” (Hebreos 2:18 DHH).
Job sabe que el único en quien puede confiar es en Dios, ningún otro. Dios conoce su situación y no le abandonaría. En medio del fracaso de otros cercanos a él, Job pronuncia estas palabras de victoria y esperanza, “Yo sé que mi Redentor vive”. Su mirada y fortaleza estaban en Él, quien nunca falla.
Miguel Mosquera