Una sola flecha – Acab

MiguelDevocionalesLeave a Comment

Y un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: Da la vuelta, y sácame del campo, pues estoy herido1 Reyes 22:34

El primer libro de los Reyes comienza con la muerte de un rey, el mejor rey en Israel. El Rey David dejó una marca imborrable en el pueblo de Israel, su devoción y confianza en Dios le hicieron un ejemplo para las generaciones futuras, es por eso a que cada rey que se sentó sobre el trono de Judá su reino es comparado con el reino de “David su padre”. El libro termina con la muerte de un rey malo, el peor de los reyes de Israel. Se dice de Acab, “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba. Él fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos” (1 Reyes 21:25-26).

Acab fue un rey perverso, dominado por el pecado, un ejemplo de aquellos que, sin la salvación, todavía viven bajo la esclavitud del pecado “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Acab entró en la batalla disfrazado (1 Reyes 22:30), pensaba que de esa manera no iba a ser descubierto y podía evadir el juicio de Dios que ya había sido pronunciado sobre él. El apóstol Pablo lo dice muy claramente, “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrar, eso también segará” (Gálatas 6:7). A Dios no se le puede engañar. Acab no engañó a nadie más que a sí mismo. ¿Has confiado en Cristo como tu Salvador para el perdón de tus pecados? Hay los que se disfrazan con la falsa confianza de sus buenas obras sin nunca haber nacido de nuevo. Alguien puede aparentar delante de otros que es cristiano por su forma de hablar, comportarse y vivir, confiando en su integridad y no en Cristo para su salvación. A Dios no se le puede engañar, “sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Números 32:23). Si es así, “he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).

Por otro lado, vemos el gran riesgo que corrió un rey piadoso, Josafat, en esta misma batalla. Josafat era el rey de Judá y había hecho una gran amistad con este rey malo, Acab, una relación que no era nada conveniente para él. Los capitanes estuvieron a punto de quitarle la vida pensando que era el rey Acab. Cuando un creyente hace amistad con el mundo, anda como el mundo y habla como el mundo, es muy fácil ser confundido como uno del mundo y sufrir mayores ataques del enemigo. Dios preservó a Josafat de morir en la batalla. Josafat debe ser una advertencia fuerte del peligro que corre el creyente al hacer amistad con el mundo, “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios… Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:4,7).

Miguel Mosquera

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *