Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos1 Samuel 31:3
Una sola flecha con un gran poder destructivo. Nuestro enemigo también tiene sus flechas, por eso nos dice la Biblia que debemos tomar toda la armadura de Dios, la cual incluye “el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16). Una desobediencia puede traer terribles consecuencias, un solo desvío puede ser fatal en nuestra vida (Romanos 5:19), por eso debemos estar alerta y no descuidar nuestra vida espiritual.
¿Se caracteriza tu vida por la obediencia a Dios y su Palabra? El pecado nunca debe ser el estilo de vida de un cristiano ni debe ser permitido bajo la premisa “nadie es perfecto”. Recordemos las palabras del sabio, “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable” (Eclesiastés 10:1).
Saúl parecía ser el hombre indicado para el cargo de ser el primer rey en Israel. Era pequeño en sus propios ojos (1 Samuel 15:17), pero su corazón rápidamente se llenó de orgullo. “Pequeños descuidos” que Saúl permitió en su vida le fueron alejando cada vez más de Dios, al punto que lo vemos al final de su vida disfrazado para ir a consultar una adivina. Dios había mandado a Saúl a exterminar a Amalec. Saúl cumplió parcialmente el mandamiento de Dios, pero dejó vivo “lo mejor” de Amalec. Amalec es una figura de la carne en el creyente. Ese impulso dentro de nosotros que se inclina y responde al pecado y la tentación. Si no hacemos “morir lo terrenal en nosotros” (Colosenses 3:5) tarde o temprano nos pasará factura. Saúl fue descuidado en su vida espiritual. Luego de su muerte, David lamenta que “fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite” (2 Samuel 1:21). Los soldados cuando salían a la batalla ungían sus escudos con aceite para que las flechas no golpearan con ímpetu, sino que resbalaran. ¿Qué pasó con Saúl? Por lo que dice David, parece que Saúl se descuidó y no ungió su escudo con aceite. No estaba preparado para la batalla, el enemigo le alcanzó y con una sola flecha le destruyó.
La carne no advierte cuando ataca. El maligno no avisa cuando va a lanzar los dardos de fuego. Tenemos que siempre estar preparados. La carne se enfoca en mirar hacia adentro, para confiar en nosotros mismos. La fe pone su mirada arriba, de donde viene nuestro socorro, para confiar en nuestro Señor Jesucristo que fue perfecto y sin pecado, quien es nuestro Gran Sumo Sacerdote en los cielos.
No comiences tu día sin estar preparado con el escudo de la fe.
Miguel Mosquera
Compartir