Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opiniónRomanos 12:16
Unanimidad y humildad son dos características que deben identificar a los creyentes. Son dos características que vemos claramente mostradas en el Señor Jesucristo. La unanimidad tiene que ver con que dos o más estén de acuerdo y tengan el mismo parecer en cuanto a algo. Escuchamos al Señor decir: “nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo” (Juan 8:28). Este acuerdo se ve reflejado incluso en la obra de la salvación, “Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14).
Como seres humanos somos tan diferentes, sin embargo, hay mucho que tenemos en común: “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:3-6). No se trata de que todos estén de acuerdo conmigo, sino que todos (incluyéndome) hagamos lo que Dios dice en su Palabra, guiados por su Espíritu.
La humildad es otra de las características que vemos brillar en la vida del Señor. Él dijo: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Dios aborrece la altivez. El altivo siempre dice estar en lo correcto, mira a los demás con desprecio, se siente importante e imprescindible, no acepta consejo ni corrección y está lleno de sí mismo. Por eso dice Santiago 4:6, “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Él busca corazones humildes, ¿encontrará el tuyo entre ellos?
Miguel Mosquera