Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham
(Hebreos 2:16)
Parte de los ángeles también pecaron en la rebelión de Satanás, algo que ocurrió antes del pecado de Adán. El versículo citado nos muestra que Dios, en su gracia y soberanía, quiso dar rescate y oportunidad de salvación a los seres humanos y no a los ángeles.
Este rescate sería a un alto precio. Para poder rescatarnos era necesario que Cristo se hiciera “un poco menor que los ángeles, al igual que nosotros. Participó de “carne y sangre”, esto quiere decir que hizo un ser humano como nosotros. Experimentó sed, hambre, cansancio; lloró, durmió, caminó para llegar de un lugar a otro. Supo lo que significaba ser rechazado, malinterpretado, buscado por pura conveniencia. Él fue en todo semejante a nosotros, pero sin pecado.
No era suficiente que se hiciera hombre, aunque esto de por sí ya es una maravilla, pero la razón por la que debía hacerse como uno de nosotros era para poder morir. Su muerte no fue su derrota, más bien destruyó “por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Para rescatarnos tuvo que sufrir la cruel muerte de la cruz.
No somos dignos de que el Hijo de Dios haya escogido rescatarnos a nosotros en lugar de los ángeles, ni tampoco que haya pagado un precio tan alto para hacerlo posible. Que nuestro corazón muestre y rebose gratitud por esta salvación tan grande.
Glorias magníficas Él dejó
para buscarme a mí.
Sólo su incomparable amor
le hizo venir aquí.
Miguel Mosquera
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