Hay muchas lecciones que podemos aprender de Zacarías y Elisabet. Los evangelios y el libro de Hechos hacen muy evidente la corrupción, degradación y desvío del sacerdocio en los tiempos del Nuevo Testamento. Desde su doctrina hasta sus prácticas eran torcidas y contrarias a Dios. Sin embargo, Zacarías y Elisabet no iban en ese desenfreno, sino que sinceramente obedecían a Dios. Como creyentes Dios nos llama a vivir una vida de obediencia a su Palabra, no conformándonos a este siglo (Romanos 12:1-2).

“Eran justos delante de Dios” – su carácter interno, lo que Dios ve. “Andaban irreprensibles” – su testimonio externo, los que las personas ven. Esto no significa que Zacarías y Elisabet fuesen perfectos o sin pecado, ya que el Señor Jesucristo fue el único sin pecado, pero ellos eran un ejemplo de una sincera vida de fe.

“No tenían hijo”. Esta era una afrenta muy grande para ellos, en especial para Elisabet. A su dolor se añadía el menosprecio de otros al llamarla “estéril” (Lucas 1:36). La respuesta de ellos no fue amargarse por lo que no tenían, sino más bien orar a Dios por el asunto. Que sigamos este ejemplo.

“Eran de edad avanzada”. Esto se nos dice con el fin de hacernos ver que, del punto de vista humano, las posibilidades de tener un hijo se habían desvanecido con el tiempo, aunque Dios puede hacer posible lo imposible. Pero también nos hace ver la constancia y fidelidad que esta pareja mostró a lo largo de los años. Que al final de nuestras vidas seamos hallados fieles a Dios y constante en sus caminos.

Para andar con Jesús no hay sendero mejor
que guardar sus mandatos de amor.
Obedientes a Él siempre habremos de ser,
y tendremos de Cristo el poder.

Miguel Mosquera